“En 1515 el Sultán Selim I promulgó un decreto que castigaba la impresión de libros con la muerte. La imprenta sólo empezó a utilizarse en el mundo islámico a comienzos del siglo XIX, en parte debido a la necesidad de modernizarse como defensa frente al Oeste… La persistencia y el legado de la política en contra de la imprenta y las actitudes y políticas anticientíficas que se apoderaron del mundo musulmán hace ocho siglos se siguen reflejando en la actualidad. Según el Informe sobre Desarrollo Humano de 2002 de Naciones Unidas, durante los años setenta del pasado siglo, el número total de libros traducidos al árabe era alrededor de una quinta parte de los libros traducidos al griego moderno. En los años ochenta y en cinco años, sólo se tradujeron 4,4 libros por millón de habitantes en el mundo árabe, en comparación con 519 para Hungría y 920 para España. Si nos centramos en la Ciencia, el físico nuclear paquistaní Pervez Hoodbhoy (2007) señala que los 46 primeros países musulmanes juntos produjeron 1,17% de la literatura científica mundial, frente al 1,48% de España; la mitad de los 28 productores más bajos de artículos científicos en 2008 eran miembros de la Organización de los Estados islámicos. En la principal Universidad de Islamabad, donde enseñaba por aquel entonces, había tres mezquitas y se preveía construir una cuarta, pero no había ninguna librería”
Bénabou, Roland and Ticchi, Davide and Vindigni, Andrea, Forbidden Fruits: The Political Economy of Science, Religion, and Growth (December 1, 2013). Princeton University William S. Dietrich II Economic Theory Center Research Paper No. 065-2014. Available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=2460787
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