Todavía me embarga y me perdura
el calor que se adentró en mi pecho,
cuando amparada bajo vuestro techo,
me acogisteis llenos de ternura.
Ví en vuestros pechos la hermosura
y comprobarlo para mí fué un hecho;
el vino nos unió en abrazo estrecho
y de vuestro corazón calé la hondura.
Desde entonces, recuerdo con cariño
el momento de paz y de alegría
que viví al tomar vuestra comida,
pues si el amor es sencillo como niño
si sabe expresarse en armonía,
es al mismo tiempo sin medida.
BARCELONA. JULIO, 27 de 1977
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