En mi anterior artículo “Cine, Cine” me he olvidado incluir una anécdota que puede resultar interesante.
Mi asistencia al Instituto Jaime Balmes (ahora Jaume) se remonta a los últimos años de la década de los sesenta y a primeros de la de los setenta, en plena época tardo-franquista y de un grupo de jóvenes, creo recordar que sobre al millar, exclusivamente del sexo masculino a rebosar de testosterona.
A falta de féminas con las que descargar la sobrecarga, valga la redundancia, bueno era descargar, lo que fuere, contra el dictador nunca desdictatoreado, hasta hoy.
Era que era así, y una de las cosas que hacía como operador oficial cinematográfico era transgredir todo lo transgredible, como por ejemplo proyectar películas prohibidas por el régimen, recuerdo especialmente el caso del Броненосец Потёмкин (Acorazado Potemkin).
El film se rodó en 1925 en el veinte aniversario de los hechos, considerados como un importante precedente de cara a la revolución bolchevique.
Una de las más sublimes escenas, que por si sólo justifica el visionado completo, es la de las escaleras de Odesa, donde los cosacos del Zar disparan y avanzan contra el pueblo inocente:
Sin olvidarnos de la escena de la carne podrida:
He ahí el motivo de la prohibición franquista, y he ahí el motivo por el que nuestras hormonas podían encontrar una ruta de escape.
Conseguí la película, en 16 milímetros, a través de amigos de amigos, todos de las secciones más extremistas, y la proyectamos en privado para los alumnos más encendidos y algunos de los profesores ‘progres’ aprovechándonos del declive físico y psíquico del catedrático decano.
Bien, al finalizar la tercera proyección, quisiera recordar que sería allá por 1972 pero la verdad es que no lo recuerdo, cuando ya tenía que devolver las copias, me viene un amigo, corriendo, agotado, nervioso… y entre sus movimientos guturales adivino que quiere decir que está viniendo la guardia civil por un chivatazo sobre lo que hacemos.
Sin pensármelo dos veces, cojo la dos bobinas de la copia y me subo al tejado, intentando pasar a algún edificio próximo.
El instituto está en la esquina montaña/Llobregat del cruce Via Layetana(ahora Pau Claris)/Consell de Cent.
El edificio que alcanzo con relativa seguridad es el del femenino Colegio/Internado Lestonnac (hoy, en parte, Colegio Mayor Universitario, desconozco si todavía es internado), ubicado en la esquina mar/Llobregat de la esquina Via Layetana(ahora Pau Claris)/Aragó.
Estos son ahora los tejados recorridos entonces:
Bien, la llegada del héroe antifranquista con la prueba del delito encima y perseguido por la benemérita fueros méritos más que suficientes para que las internadas acogieran de forma extraordinaria al intruso, obviaré la extraordinariedad de la acogida y sus efectos hormonales.
Las experiencias con la benemérita en el instituto fueron intensas y diversas, pero nunca cordiales, recuerdo la mayor de todas, provocada por negarnos a cantar el Cara al Sol a la hora del pátio.
Llegaron a montar tiendas de campaña y pernoctar en el mismo instituto un destacamento de la Guardia Civil. A nuestro estado hormonal no cabían este tipo de provocaciones, respondimos saliendo todos del instituto, fundiendo plomo en la cerradura de la puerta de hierro que daba a Vía Layetana
y cerrando las rejas del chaflán
con todas las cadenas de seguridad de moto que encontramos y nos quedamos en el cruce, interrumpiendo el tráfico, observando cómo venían los bomberos a rescatar a los números y mandos.
Esa era nuestra lucha antifranquista, bastante más hormonal que ideológica.
Mi asistencia al Instituto Jaime Balmes (ahora Jaume) se remonta a los últimos años de la década de los sesenta y a primeros de la de los setenta, en plena época tardo-franquista y de un grupo de jóvenes, creo recordar que sobre al millar, exclusivamente del sexo masculino a rebosar de testosterona.
A falta de féminas con las que descargar la sobrecarga, valga la redundancia, bueno era descargar, lo que fuere, contra el dictador nunca desdictatoreado, hasta hoy.
Era que era así, y una de las cosas que hacía como operador oficial cinematográfico era transgredir todo lo transgredible, como por ejemplo proyectar películas prohibidas por el régimen, recuerdo especialmente el caso del Броненосец Потёмкин (Acorazado Potemkin).
Esta obra maestra, que ayudó a instituir el lenguaje cinematográfico, de Serguéi Mijáilovich Eisenstein versa sobre el motín contra los oficiales del régimen zarista ocurrido en el acorazado Potemkin en 1905.
El film se rodó en 1925 en el veinte aniversario de los hechos, considerados como un importante precedente de cara a la revolución bolchevique.
Una de las más sublimes escenas, que por si sólo justifica el visionado completo, es la de las escaleras de Odesa, donde los cosacos del Zar disparan y avanzan contra el pueblo inocente:
Sin olvidarnos de la escena de la carne podrida:
He ahí el motivo de la prohibición franquista, y he ahí el motivo por el que nuestras hormonas podían encontrar una ruta de escape.
Conseguí la película, en 16 milímetros, a través de amigos de amigos, todos de las secciones más extremistas, y la proyectamos en privado para los alumnos más encendidos y algunos de los profesores ‘progres’ aprovechándonos del declive físico y psíquico del catedrático decano.
Bien, al finalizar la tercera proyección, quisiera recordar que sería allá por 1972 pero la verdad es que no lo recuerdo, cuando ya tenía que devolver las copias, me viene un amigo, corriendo, agotado, nervioso… y entre sus movimientos guturales adivino que quiere decir que está viniendo la guardia civil por un chivatazo sobre lo que hacemos.
Sin pensármelo dos veces, cojo la dos bobinas de la copia y me subo al tejado, intentando pasar a algún edificio próximo.
El instituto está en la esquina montaña/Llobregat del cruce Via Layetana(ahora Pau Claris)/Consell de Cent.
El edificio que alcanzo con relativa seguridad es el del femenino Colegio/Internado Lestonnac (hoy, en parte, Colegio Mayor Universitario, desconozco si todavía es internado), ubicado en la esquina mar/Llobregat de la esquina Via Layetana(ahora Pau Claris)/Aragó.
Estos son ahora los tejados recorridos entonces:
Bien, la llegada del héroe antifranquista con la prueba del delito encima y perseguido por la benemérita fueros méritos más que suficientes para que las internadas acogieran de forma extraordinaria al intruso, obviaré la extraordinariedad de la acogida y sus efectos hormonales.
Las experiencias con la benemérita en el instituto fueron intensas y diversas, pero nunca cordiales, recuerdo la mayor de todas, provocada por negarnos a cantar el Cara al Sol a la hora del pátio.
Llegaron a montar tiendas de campaña y pernoctar en el mismo instituto un destacamento de la Guardia Civil. A nuestro estado hormonal no cabían este tipo de provocaciones, respondimos saliendo todos del instituto, fundiendo plomo en la cerradura de la puerta de hierro que daba a Vía Layetana
y cerrando las rejas del chaflán
con todas las cadenas de seguridad de moto que encontramos y nos quedamos en el cruce, interrumpiendo el tráfico, observando cómo venían los bomberos a rescatar a los números y mandos.
Esa era nuestra lucha antifranquista, bastante más hormonal que ideológica.
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