Arenas de faz cambiante
en tu contante igualdad,
de sutiles tornasoles
mecidas al son del mar.
Arena gris y azulina
al empezar la mañana,
cuando la luz opalina
sobre tus granos derrama.
Enriquecida de luces
se torna tostada y cálida,
y a medio día refulge
dorada a la ardiente llama,
mostrando toda la gama
de los más vivos colores.
Te vemos, más tarde, pálida
cuando ya declina el día,
y como los girasoles,
mirando al sol devuelves
los tonos que él te da.
Y ya en hora más tardía,
cuando se unen día y noche,
recamándose de nácar
tus dulces lomas relucen
bajo la luna de plata
como fantástico broche.
Arena,
húmeda y dúctil,
te cupo suerte suprema
de ser el medio más útil
en manos del Creador.
Arena,
en tí la impronta primera
dejó el hombre de su huella
al nacer la Humanidad.
Arena,
transformada y movediza
a lo largo de las eras,
muestras hoy tu faz serena,
y tus lomas tornadizas.
Arena,
suave y pequeña
en las manos de los niños,
puedes ser trampa severa
en furiosos torbellinos.
Arena,
de tez morena,
suave a veces, otra arisca,
te mueves con paso leve
como grácil odalisca.
Arena,
del mar siempre compañera
que en dulce vaivén te envuelve
con sus olas más ligeras
o furiosa te revuelve
con sus ondas traicioneras;
para compensarte luego,
sumisa y arrepentida,
con sus cantos de sirena
y sus más sutiles juegos
de finura cristalina
brillando en mil espejuelos,
donde multiplican soles
o se miran los luceros.
Arena,
que te mostraste oportuna
en conquistas misioneras
de tres chicas calaveras,
que tras dura singladura
en tus playas reposaron,
como su segunda cuna,
de su gesta legendaria
y un Nuevo Mundo lograron
en su ruta temeraria
por su Dios y para España.
Arena,
sobre tu leve estructura
se levantaron las moles
de gigantescas culturas
con sus túmulos enormes,
que a las orillas del Nilo
han sorprendido a los siglos.
Y en sus piedras milenarias
de pirámides u esfinges,
queda el tiempo retenido
en las tumbas funerarias,
y el paso de siglos finge
que se ha quedado dormido.
Arena,
sobre tus planicies yermas
no arraiga semilla fértil
y en soledades eternas
tu entraña se muestra estéril.
Sólo en tí se posa Isis,
en la fronda de un oasis.
Arena,
que en las playas veraniegas
y en tus conchas primorosas,
dora sus cuerpos las bellas
tornando pieles de rosas
y músculos apolíneos
en fuertes tonos cobrizos
bajo los fulgores ígneos.
Arena,
testigo de mil batallas,
luchas, asaltos y ataques,
invasiones y abordajes,
y base de cien campañas.
Arena,
Sobre tí yacen despojos
de naufragios y riadas,
que al mar llevan los abrojos
mezclados con las entrañas
desgarradas y sangrantes,
como tétricos trofeos
de cataclismos gigantes.
Arena,
que con innúmeros granos
sin fín de continuidad,
nos has dejado en las manos
amagos de Eternidad....
8-VII-71 (al) 5-VIII-71
[Mª Concepción Manzano Álvaro]
[Manuscrit i Mecanoscrit]
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