Extraño y dulce momento
de fantásticas quimeras,
que eternizó en el silencio
de tu mirada primera
las calidades prístinas
de luces tan femeninas,
que hasta el cendal de la luna
y el fulgor de los luceros,
fueron tristes espejuelos
de pobre luz opalina,
que inadvertidos murieron,
al ver brillar tus pupilas
cuando las mías te vieron.
Vibrando al primer acorde,
de este raro sortilegio
de fuerza inmisericorde,
he tenido el privilegio,
al que no tengo derecho,
de ver el fondo amoroso
de un sentimiento profundo,
en el que no tengo acceso,
y tu rostro ruboroso
en el eterno segundo
de cruzar nuestras miradas.
Hoy hay temblor en los sones
de mis sencillas tonadas,
de un corazón en canciones,
y un pecho en lucha encontrada
de alternativas razones
que no entiende el sentimiento.
¡Oh, extraño y dulce tormento!.
13-VIII-71 Álvaro Roger
Puerto de Sagunto
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