dissabte, 30 de juliol del 2022

Mi nidada

¡Ay, mi amada codorniz!

¡Ay, mi grácil golondrina!

¡Ay, mi amigo colibrí

y mi admirada abubilla!


Como vosotros cubrí

con mis alas MI NIDADA

y con mi celo y mi fiebre,

me pasé noches enteras

solitaria bajo el cielo,

cobijando a mis polluelos.


Aquellos chicos embriones

que rasgaron mis entrañas,

les di también con amores

mis más ardientes desvelos.


Como a niñas de mis ojos los cuidé,

mi alimento para ellos solo fue,

no hubo risco,

no hubo peña,

no hubo pico

que aunque mis alas rompiera no escalé,

llevándoles todo aquello que cacé

y así hubo,

y así creció,

y así tuvo

con qué comer  MI NIDADA.


Fue lento el aprendizaje

para empezar a volar

e intentos de aterrizaje

para su presa cobrar.


Más una vez empezaron,

con alegría y presteza,

al espacio se lanzaron

y ... ya no volvieron más...


¡Ay, mi amada codorniz!

¡Ay mi grácil golondrina!

¡Ay, mi amigo colibrí

y mi admirada abubilla!


Como vosotros hacéis,

también dije a mis polluelos

que había, llegado el día,

que cumplir la obligación

de unirse a la bandada

siguiendo la emigración.


No creyendo a sus mayores

pensaron con fatuidad,

que otros lugares mejores

se abrirían a sus sueños

e infantil ingenuidad.


Aquellos chicos embriones,

que rasgaron mis entrañas,

llevan hoy, entre sus picos,

los jirones de mi alma...


M.ª. Concepción Manzano. / BARCELONA-21-VI-77


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