En el tarro del laurel
tengo puesta en la cocina,
una rosa, que ilumina
como si fuera cestilla
de fragante andarivel.
Luchando contra el calor,
las grasas y los vapores,
persiste la rosa mía
conservando sus colores.
En lides con hierbabuena,
entre las ollas la vi
y más tarde sesteaba
muy cerca del perejil.
El clavo le tiene envidia
y he visto con mucha pena,
como la parda canela
su presencia rehuía.
El láudano y la pimienta
la miran; él como ausente,
y élla, como contenta
de tenerla allí presente.
La cayena no la irrita
ni el tomillo hace perder
esa su color bonita
y aterciopelada piel.
Jamás una rosa pudo
vencer a la violencia
del calor y los vapores
sin ajarse sus colores.
Por eso, aquí su presencia,
desconcierta y maravilla,
porque igual, día tras día,
va alegrando con su gracia
la triste cocina mía.
DE POLIETILENO ES LA ROSA,
inanimada en su esencia,
a Natura desafía
con milagros de la ciencia.
BARCELONA - Julio/77
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