A la Srª. Mazzola, insigne
arpista, con admiración y afecto.
El silencio se aleja y desvanece
ante el vuelo sutil de los arpegios,
que en tus dedos, con ritmo suave y terso,
nacen fluctuantes, pianísimos o regios,
en el son inspirado que mece
con las cadencias de un verso.
Palomas blancas, mariposas
son tus manos, que al tañer dieran el beso
a la armónica corola en que se posan,
que elevándose en escalas melodiosas
de inefable belleza ensoñadora,
la caricia devuelven ruborosas.
En la cúpula polícroma y sonora
el alma se sumerge fascinada,
inmersa en el aura canora
bailando al ritmo, ágil y exaltada,
flotando entre las ondas armoniosas.
Y sintiendo de tu arte el privilegio,
que al tiempo y la materia desafía,
continúa el extraño sortilegio
con la última nota ya extinguida.
BARCELONA/ 73.
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